miércoles, 1 de junio de 2011

interesante entrevista con fecha de 21 de marzo a paul jorion




Veinte años después de la caída del muro de Berlín, el antropólogo y sociólogo Paul Jorion pronuncia la oración fúnebre del capitalismo. En su nuevo libro (*), analiza las causas de su cercana muerte y nos da algunas pistas para el futuro.
Usted anunció en 2007 la crisis del capitalismo americano. En su opinión, hoy el capitalismo está agonizando. ¿Para cuando su acta de defunción ?
Su caída es ahora segura ya que ha entrado en una dinámica de implosión que solo podrían frenar medidas que, sabemos ahora con certeza, nuestros dirigentes no tomaran, y cuanto más se tarda más difícil se hace un eventual enderezamiento de la situación. La aparente mejoría de la bolsa no nos debe engañar. Los desequilibrios siguen estando presentes. Y la crisis financiera ha arruinado a los Estados. Ya no tienen los medios de financiar una protección social que permitía mantener la creencia de que todo el mundo podía beneficiarse del sistema. No obstante ese sistema es muy duro con aquellos que ya no están bajo su protección. Fíjense en los EEUU: 100.000 personas se manifiestan por las calles del Estado de Wisconsin, en su mayoría blancos de la clase media, para protestar contra la suspensión de sus derechos sindicales. Y Gran Bretaña no podrá desmantelar su protección social sin reacciones. Los movimientos de protesta se multiplicaran y acompañaran la caída del capitalismo.
¿La crisis actual no es entonces una crisis cíclica mas de la que saldrá el capitalismo como siempre ha hecho?
No creo en las crisis cíclicas, una teoría muy conservadora que tiende a hacernos creer que siempre habrá un paraíso después del infierno y que excluye el principio del hundimiento del sistema. Las crisis no son nunca idénticas. El mundo cambia con las crisis. Es un punto de vista que comparto con Marx, que fue el único economista moderno en prever el fin del capitalismo. En cambio, no coincidimos en cuanto a las causas de su desaparición. Marx la explica por la caída progresiva de los beneficios. Sin embargo, los beneficios (ganancias, márgenes) nunca han sido tan elevados. La definición extremista que le hemos dado a la propiedad privada genera, por el mecanismo de los intereses, una concentración ineluctable de los patrimonios. Para paliarla, aumenta el crédito, y el sistema se encuentra cada vez más fragilizado. El dinero llama al dinero, los ricos prestan cada vez más y consagran sus excedentes a la especulación mientras las familias entran en una espiral de endeudamiento. El juego acaba cuando ya no quedan suficientes jugadores.

¿Se puede salvar todavía al sistema?
Se tuvo una oportunidad entre 2008 y 2010 para intentar salvar al capitalismo, por lo menos en un estado de funcionamiento comparable con el que estaba. Pero hubiera hecho falta para ello llevar a cabo unas cuantas reformas de fondo, sobretodo en la finanza. Después de las inyecciones masivas de liquidez en el sistema, los dirigentes han creído que se podía restablecer como antes, pero sin el escudo social. Es un error de una gran ingenuidad, que debería acelerar su caída. Ya que la situación es ahora peor de lo que era antes de la crisis en términos de concentración de las riquezas y de poder de la finanza. Al contrario de lo que se hizo en los años 30 en que hubo una redistribución del dinero, todas las medidas adoptadas desde 2007 han protegido a aquellos que tenían dinero, los bancos e inversores.
¿Qué habría que hacer entonces?
La prioridad debe ser impedir la concentración de la riqueza. La fiscalidad puede ayudar pero no bastara. La cuestión de los salarios y del reparto del valor añadido es igualmente central. Lo que hace falta son reformas radicales para cambiar el rumbo, sobretodo de la finanza que es el origen de muchos problemas. Prohibamos por ejemplo las apuestas sobre la fluctuación de precios, que son para mí, uno de los elementos que más ha corrompido el sistema. Los bancos deben volver a su antigua función, la intermediación y las actividades aseguradoras de activos existentes, para sostener la economía.
Los gobiernos parecían haberse dado cuenta en seguida de la gravedad de la crisis. ¿Cómo explica usted este inmovilismo?
Ha habido una voluntad real de cambiar las cosas. Una de las explicaciones de este giro es el decir que hay una oligarquía omnipotente que dirige nuestros países y que no ha querido abandonar una onza de su poder. Esta explicación, la más corriente, es insuficiente cuando no errónea. A mi parecer, el auténtico responsable de esta inercia es la decadencia de la ciencia económica. Se ha mostrado incapaz de proporcionar un estudio coherente e instrumentos pertinentes. Los políticos han ido de buena fe hacia los economistas Pero se han tropezado con personas cuyo discurso confortaba a aquellos que habían precipitado al mundo en la crisis. La ciencia económica actual tan solo sirve para producir una ideología, la de la omnisciencia de los mercados, sobre postulados erróneos, con un barniz de complejidad para espantar a los curiosos. Al final, con la excepción de Keynes más tarde, Marx en la línea de Adam Smith y de Ricardo, ha sido el último de los economistas capaz de entender el sistema desde el interior. Pero al asociar sus análisis a un proyecto revolucionario, ha suscitado un rechazo total de toda la « economía política » de la que era representante. Ya es hora de retomar las cosas donde las dejo y reconstruir una ciencia económica digna de ese nombre.
¿Los países emergentes no son el futuro del capitalismo?
Los emergentes intentar hacer su revolución industrial con mucho retraso. Reproducen los mismos esquemas que Occidente y producirán los mismos errores. Solo China se resiste. Los chinos no están convencidos de las virtudes del capitalismo, ni tampoco de la democracia. Experimentan de forma permanente sin tener teorías. Al mismo tiempo no pueden extraerse de la globalización y empiezan a padecer también ellos los efectos de las deslocalizaciones.
¿La crítica del sistema no alimenta los populismos?
El populismo se desarrolla cuando el pueblo tiene la sensación de que las instituciones ya no le representan. ¿Cómo manifestar su oposición a lo que ocurre hoy? Únicamente los sondeos muestran el hartazgo de la opinión pública y a menudo se manifiesta un consenso casi absoluto sobre algunas cuestiones planteadas. Pero esas mayorías se dispersan en el momento de traducirse en intención de voto. No queda más que el voto de protesta. Sin contar a aquellos que no votan porque consideran que no sirve de nada. La responsabilidad de los políticos es enorme: proclaman la reforma del capitalismo y dos años más tarde dicen que ya no es necesario. Y cuando Marine Le Pen (líder de la extrema derecha francesa) sube en los sondeos, la única respuesta política es cambiar la ley sobre los sondeos! En realidad la política ya no tiene contenidos, y aún menos alternativas que proponer. Ese es también el fracaso de la democracia.
¿Es realmente posible una alternativa al capitalismo?
Sí, siempre se pueden romper tabús, intentar cosas nuevas. El ejemplo de la revolución francesa es muy interesante. Es un periodo de experimentación en el que todavía no se tienen los instrumentos conceptuales para entender lo que pasa y proponer una alternativa. Los revolucionarios no tenían ejemplo alguno en que fundar sus experiencias. Pero tuvieron la voluntad de empezar desde cero y llegaron a construir un proyecto político y un Estado moderno del que se aprovechó Napoleón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario